REALISMO
La responsabilidad de gobernar pesa fuertemente sobre los hombros de quienes deben conducir el país. No es tarea sencilla, bien lo saben los tres partidos que han regido los destinos nacionales desde la recuperación de la democracia. La población elige las personas y también las propuestas. En toda campaña electoral hay candidatos y hay programas que esos candidatos se comprometen a cumplir si obtienen el respaldo popular. Pero en el transcurso del período de gobierno surgen inevitablemente tensiones, reclamos, problemas imprevistos. El gobernante debe estar permanentemente atento a ellos porque nunca se sabe cuándo pueden surgir ni en qué forma afectarán su gestión. Un claro ejemplo es la pandemia que alteró las previsiones y aplazó planes. Obviamente afectó a todo el mundo, pero la diferencia es que en Uruguay se presentó a los pocos días de iniciado un nuevo gobierno. Hubo necesidad de destinarle importantes recursos que ciertamente no sobraban, pero que era imprescindible hacerlo dada la gravedad de la situación.
Uruguay venía arrastrando un déficit fiscal que era necesario reducir y una deuda externa que había crecido significativamente. Son vulnerabilidades que inciden negativamente en la salud de la economía. La realidad post pandemia nos muestra que ese panorama en aún más preocupante y que necesariamente se debe actuar para atenuar sus consecuencias.
Dado que en la campaña electoral, los actuales gobernantes prometieron no subir los impuestos, la única alternativa es reducir los egresos. Tarea harto difícil, más aún si se tiene en cuenta que hay una oposición que se ejerce con dureza y una dirigencia sindical que en general no tiene la mínima afinidad con el gobierno. No es de extrañar entonces, que se presenta un clima de confrontación que no es lo mejor para un país que debe luchar con dificultades externas y ahora también internas.
No somos, ni mucho menos una potencia, no tenemos petróleo ni yacimientos de minerales valiosos, somos tomadores de precios de lo que compramos y de lo que vendemos, en pocas palabras tenemos una economía frágil, que depende de realidades internacionales sobre las que no influimos. Por otra parte, en lo interno cuando el gobierno de turno remite al Parlamento el Presupuesto quinquenal, sólo puede actuar sobre menos del 30% porque el resto ya está comprometido: sueldos de funcionarios públicos, pago de pasividades, gastos de funcionamiento entre otras erogaciones ineludibles. Queda claro pues que el margen de maniobra es muy reducido.
Se podrá decir que es viable contemplar muchos reclamos emitiendo deuda, pero es comprometer aún más al país y cargar sobre generaciones futuras obligaciones que ellos no asumieron, y que ya bastantes tienen por otra parte. O emitiendo moneda.
Tal cosa, entre otros perjuicios, implica inflación que es el impuesto más injusto en la medida que golpea a quienes tienen ingresos fijos, es decir trabajadores y pasivos.
La tarea del gobierno debe ser manejarse con los escasos recursos con que cuenta para atender las necesidades más acuciantes, para atender a los menos favorecidos, para dinamizar la economía. Siempre habrá sectores que no recibirán lo que esperan independientemente que sea justo y lo merezcan, pero la solidaridad supone que se privilegie a los menos favorecidos, que se apoye actividades y funciones que tengan importante impacto en lo que necesita la población.
Sin la necesaria dosis de realismo, no se podrá entender el porqué de las restricciones que impone esta coyuntura. Sin la necesaria dosis de responsabilidad no se podrá generar el clima que debe imperar en el país para superarla
