noviembre 13, 2025

LA IMPORTANCIA DEL AGUA SUPERFICIAL Y SUBSUPERFICIAL NO VISIBLE

Master Escribe Casanova

Cuando definimos los componentes del ciclo hidrológico, quizás no valoramos con la importancia que tiene el agua dulce que se encuentra como reserva utilizable desde la superficie hasta la existencia de napas o simplemente retenida por el suelo.

La no existencia de esa capacidad del suelo en la retención de agua disponible explica la existencia de la vegetación permanente y/o de cultivos que tienen su capacidad productiva determinada, por los volúmenes de este factor de crecimiento determinante.

Cuando definimos el ciclo del agua en la naturaleza hacemos mucho énfasis en la lluvia, la evapotranspiración, el consumo por las plantas e inclusive se hace una crítica muy ideológica, aunque poco cuantificada de los volúmenes exportados, de este insumo básico e insustituible para la vida animal y/o vegetal.

En forma resumida si partimos de la lluvia, sabemos de su cuantificación anual de aproximadamente de 1100 a 1400 mm en una distribución perfecta indicaría un promedio de 100 mm por mes, equivalentes en superficie mojada en 100 litros por metro cuadrado.

Lamentablemente este promedio no siempre se cumple en años sucesivos y menos todavía en los diferentes meses, por eso hablamos del régimen hídrico muy irregular y bastante impredecible, lo que alguna manera revaloriza la existencia de reservorios intermedios de este líquido para aguantar los desvíos.

En este país donde la predicción del clima es una tarea diaria para algunos y una timba para otros (decía un productor de grano en secano que era un timbero que apostaba pero muchas veces perdía todo y solo basta recordar los cultivos del verano pasado), porque la diferencia es que un evento al aire libre se puede trasladar, pero un cultivo una vez que se implanta, solo queda mirar el cielo y las nubes que oculten bien el sol.

En Uruguay el clima es una caja de sorpresas y podríamos resumirle parafraseando a un taxista que una vez le pregunté sobre el clima de su ciudad y me respondió “espere media hora y le digo”, dejando entrever que los cambios de situaciones eran permanentes y la estabilidad la excepción.

Pero supongamos que respetamos los promedios de lo que llueve, dependiendo de varios factores como suelo, régimen hídrico (cantidad, intensidad y frecuencia de las lluvias), y la vegetación dominante, se puede aprovechar alrededor del 50 %, el resto termina en la cañada más próxima por el escurrimiento generado a nivel superficial.

Por lo tanto la mitad que llueve se almacena y la otra termina ayudando a que se recarguen los cauces superficiales, por eso se le achaca a la forestación su influencia negativa, porque frena el escurrimiento y eso es bueno desde el punto de vista de las pérdidas de suelo, pero le quita esa posibilidad a los causes chicos, siendo observados con temor su casi desaparición en algunas realidades.

Es evidente la influencia de la vegetación sobre el régimen hídrico a nivel macro y los cambios que se han producido a nivel de las grandes cuencas que tienen sus consecuencias en países como el nuestro, haciendo más probable la aparición de inundaciones y de épocas secas muy prolongadas, pero a nivel micro es evidente en primera instancia que la existencia de una cobertura vegetal densa, permanente de especies perennes, asegura una elevada intercepción del agua de lluvia, lo cual frena en cantidad y velocidad el impacto del escurrimiento.

Además la existencia de un sistema radicular distribuido en todo el suelo y en profundidad permite no solo almacenar más agua, también explorar zonas del suelo que los cultivos anuales no logran hacerlo en busca de mayor extracción de la retenida. Por eso cuando hay grandes secas el verde permanece en pasturas permanentes de campo naturales, luego en instaladas de larga vida (alfalfa de 4 o5 años), árboles frutales o forestales, en cambio los cereales, o especialmente los cultivos de verano de alto potencial productivo, con momentos críticos de su rendimiento como es la floración o llenado de grano son los más afectados.

Existen cultivos donde su estructura es muy acuosa necesitando siempre complementación de la oferta hídrica del suelo e incluso han sido los primeros de pasar a condiciones controladas de producción bajo invernáculo y/o bajo riego, por su demanda excepcional que nunca podrá ser cubierta por la retenida por el suelo, para el producto cosechado y/o rendimiento esperado.

Las plantas intervienen permanentemente en el ciclo hidrológico por su función exclusiva de la evapotranspiración (la evaporación directa desde el suelo es muy limitada y una vez que se seca la superficie es casi despreciable),por lo tanto la producción vegetal tiene la capacidad de transformar en materia seca combinando fotosíntesis con la llegada desde el suelo (la mayor parte aunque puede llegar por el forraje), nutrientes junto con el agua y así provocar posteriormente el reciclaje del vital recurso hacia la atmósfera pasando a ser parte del vapor de agua de las capas bajas de esta.

Cuando cosechamos podemos retirar el agua incluida en los tejidos en algunos vegetales consumidos como frescos, pero la mayoría de los extensivos se deshidratan para su manejo posterior en el caso de los forrajes o se espera hasta que pierden la mayor parte de su hidratación (deben bajar a 10% o menos para ser cosechados) si queremos obtener granos, para su posterior utilización en el país o en el exterior.

La capacidad de retención por parte del suelo depende de su textura y estructura que le permita no solo interceptar las gotas de lluvia sin sufrir alteraciones muy dramáticas, que le lleven a crear una superficie impermeable (suelos decapitados),siendo junto con la materia orgánica la explicación de cuanto podemos almacenar de lo que ingresa en profundidad.

Los porcentajes de estos componentes determinan la existencia de una relación mayor o menor de macro y micro poros que explican los mecanismos de almacenamiento del recurso y su posterior devolución, siendo importante como complemento la existencia de napas temporarias que se forman generalmente sobre un horizonte arcilloso sub superficial, permitiendo ser un reservorio adicional de agua libre que también ayuda al aporte si las raíces son capaces de explorarles.

En suelos cercanos a cursos de aguas superficiales, con niveles freáticos muy elevados e incluso con altos tenores de materia orgánica, la existencia de una napa permanente complica su manejo y limita su uso agrícola, llevando a ser destinado a coberturas permanentes en su mayoría, por sus limitaciones de drenaje e incluso al riesgo de inundaciones.

De cualquier manera el suelo en su composición puede dejar circular agua que ingresa por sus poros grandes y/o grandes orificios (raíces muertas, nematodos, lombrices, fauna en general) que alimente las posibles napas e incluso puede terminar recargando los acuíferos subterráneos, logrando retener de un 10 hasta un 30 % en volumen dependiendo de las propiedades del suelo; por ejemplo en suelos muy arenosos puede ser incluso menor.

En realidad la capacidad no visible de un suelo de almacenar agua se puede medir fácilmente en una maseta por diferencia de peso entre el inicial con el final luego de haberle saturado y esperar varios días para volverle a pesar (hasta llegar a peso constante), para luego expresar en porcentaje en volumen e incluso, es una excelente forma de saber cuántos milímetros debemos repones en cada riego controlado a nivel del hogar o pequeños huertos.

En resumen la conjunción de las precipitaciones en cantidad, frecuencia e intensidad sobre diferentes situaciones de calidad de la vegetación y/o suelos determinan el escurrimiento y este, como un proceso que podemos regular parcialmente, pero que también es importante no eliminar totalmente, porque si bien afectamos negativamente la superficie de los suelos podemos poner en riego la recarga de las aguas profundas.

Simplemente vean que el riego es una herramienta que puede complementar este reservorio natural, pero solamente en pequeña escala reemplazar a esta forma insustituible de ir aportando hidratación a los vegetales de acuerdo a su demanda y en forma paulatina, pero segura en condiciones naturales; y rápida, pero no siempre suficiente en cultivos anuales.