noviembre 13, 2025
Master Escribe Cardozo

Con Kamala Harris considerada por diversas consultoras de opinión como ganadora del debate televisivo mantenido con Donald Trump en Filadelfia,  se va desarrollando una campaña electoral bastante subida de tono en Estados Unidos; todo lleva a pensar que, de aquí a noviembre, vamos a presenciar unos cuantos choques más entre los contendores. Así es el tema, no hay que sorprenderse. En lo que tiene que ver con la decisión a tomar, la gente no la tiene fácil, por más que la economía, muy especialmente en estos momentos, sigue teniendo preponderancia en el interés general. Desde su primera elección, muchas cadenas informativas muestran a Trump como un arrogante mandón, misógino, prepotente y hasta carente de educación. Así y todo consiguió tocar las fibras más íntimas de la mayoría de su pueblo que lo puso en la Oficina Oval. Fue el presidente que le tocó lidiar en aquel país contra la pandemia y si bien, en su momento, parecía no darle importancia a lo que estaba pasando, terminó adoptando determinaciones que impidieron males mayores. El punto fue que muchos norteamericanos, estamos hablando de dirigentes políticos, acostumbrados durante años a recibir las influencias del «Tea Party», no estaban nada contentos con alguien así y le hicieron una campaña en contra, cuyo resultado fue la nominación y posterior triunfo de Joe Biden. A Trump le quedaron en su haber decenas de millones de votos y la exaltación de un grupo de incondicionales que violentaron la seguridad del Congreso, lo cual lo puso en el banquillo de los acusados. Jueces y Fiscales se hacen un banquete. Recordemos que en el Norte, más allá de lo cuestionable de algunos asuntos, las instituciones son sagradas y casi nadie discute seriamente su razón de ser. La actitud de los trumpistas fue de inmediato observada por el statu quo. Se saca rédito de hechos como ese. El punto fue que Trump, nunca aceptó la derrota y, por lo que se conoce de él, jamás reconocería que pueda perder ante un individuo como Joe Biden, a quien ampara media centuria de carrera política en la que pasó por todos los filtros; congresista, Senador, Vicepresidente de Barack Obama hasta que, en su ocaso de poder, llegó a la Casa Blanca. ¡Caramba! No está nada mal. Aunque los años y el desgaste intelectual le hayan jugado varias malas pasadas y sus adláteres le pidieran que le dejase el lugar a Kamala, hay que reconocer que su trayectoria es completa. Convengamos que llegó al poder ganando una elección y no se va perdiendo, sino delegando su candidatura. Por otra parte, se va con el mérito enorme de que Estados Unidos, actualmente, no está en guerra con ninguna nación del orbe. Kamala sabe que Donald es de mecha corta y, por lo tanto, busca que se encienda rápido lo cual consigue sin demasiado esfuerzo. A Trump le entra por el lado de la inmigración, en donde su propuesta difiere de la del expresidente. Los demócratas son algo más flexibles que los republicanos en esa materia; basta recordar las políticas de Ronald Reagan cuando era gobernador de California. Y ella hace hincapié en algo que a los americanos les interesa sobremanera: la baja en el precio de los medicamentos ya que es por todos conocido el problema que enfrentan por el cuidado de la salud. Donald, por su lado, no difiere mucho de lo que dijo en su primera candidatura e insiste con eliminar las restricciones a la portación de armas al tiempo que desecha cualquier participación de su país en una serie de foros tales como el del cambio climático. Kamala Harris hizo que el Partido Demócrata repuntara de manera sorprendente. Cuando todo hacía pensar que Trump ganaba con la fusta bajo el brazo, se produjo la renuncia de Biden y esta mujer cambió por completo la ecuación, recibiendo miles de millones de dólares para invertir en la campaña. Muchos que no daban un céntimo por Biden echaron mano a sus chequeras cuando Kamala subió al estrado. Veremos que pasa en los próximos debates. Hoy día están los dos parejos, no obstante América del Sur, sigue sin aparecer en ninguna de las dos agendas.