noviembre 27, 2025
Master Escribe Cardozo

Hace unos días, la prensa informó que un ex sacerdote católico uruguayo fue detenido en Salto, concretamente en casa de sus padres, ya que desde Bolivia se solicitaba su extradición ya que habría abusado de decenas de niños a su cargo en una casa hogar. Por cierto que no se trata de nada nuevo; tanto la Iglesia Católica como otras confesiones han estado bajo la mirada acusadora del mundo entero por ese motivo. Los abusos sexuales por parte de ministros de la Iglesia se vienen constatando desde hace siglos. La película «Spotlight» puso de manifiesto las atrocidades cometidas por sacerdotes de Boston, Massachusetts que tenían en su haber un número exponencial de esas injusticias. Los episodios de esta naturaleza, como tales, conllevan un grado enorme de perversión ya que son cometidos por quienes tienen la responsabilidad de la orientación espiritual de sus víctimas, lo cual, de por sí, sin perjuicio de la separación entre la Iglesia y el Estado, debería ser tipificado como agravante. Convengamos en que más allá de la culpabilidad que se le pueda endilgar a cualquier sacerdote, la mayoría de ellos son personas probas que cumplen su misión a cabalidad, pero las acciones de algunos terminan empañando a las instituciones y hacen perder la confianza en ellas. Al concluir la Segunda Guerra Mundial fue erigido un instituto para corregir a los sacerdotes abusadores. En Estados Unidos, el padre Gerarld Fitzgerald ambientó la creación de Centros de Tratamiento con la misma finalidad, lo que se conoció como «Siervos del Peráclito». En la Archidiócesis de México, se instrumentó un protocolo de actuación para casos de abusos. El extinto Papa Francisco, luego de dudas iniciales, encaró el tema con enjundia. En 2014, comenzó a actuar la Comisión Pontificia para la Protección de Menores, eliminando el secreto para dichos casos. Ha habido respuestas por parte de la Iglesia, pero, muchas veces, las mismas resultan tardías. Lo peor de este asunto es el encubrimiento y el mismo se ha constatado en innumerables casos. ¿Por qué razón a varios curas abusadores se les ha encubierto? ¿No sería mejor que la Iglesia se manejara con cristalinidad y decisión en esos casos para mantener incólumes sus cuadros? Más de dos mil años de historia ameritarían otra conducta. Tal vez proceda así para mantener el liderazgo álmico que ejerce sobre miles de millones de seres humanos. Las actitudes que asume  en tanto institución  para con sus miembros abusadores la definen como tal. La propia Grey espera respuestas claras.