marzo 20, 2025
Master Escribe Fuentes

Desde los comienzos de su administración el gobierno de Lacalle ha intentado sin éxito, hasta el presente, suscribir tratados de libre comercio con distintos países. El caso más sonado es el relativo a las negociaciones con la República China entre otras cosas por la importancia del gigante asiático y por ser nuestro principal cliente. A esta altura parece altamente improbable que se concrete, por la férrea oposición de los socios del mal llamado Mercosur (mercado común del sur) y la postura de los chinos que seguramente no quieren problemas con los países grandes del Bloque. Lo de Turquía hasta ahora no ha sido más que una débil intentona y no parece tener mejor suerte. Habría que esperar qué puede pasar con el propósito de incorporarse al acuerdo Transpacífico, cosa que también tiene sus escollos.
Cabe preguntarse a esta altura el porqué de la intención gubernamental en llevar adelante este tipo de negociación y la razón de Argentina y Brasil para oponerse. Paraguay juega al calorcito de los grandes.
Como se sabe, estos acuerdos procuran abatir los aranceles, es decir lo que debe pagar el exportador para ingresar sus mercaderías en el país de destino. Uruguay debe abonar altas tasas arancelarias mientras que otros países que compiten con el nuestro no lo hacen, en razón de haber suscrito acuerdos de libre comercio. Ahí surge claramente una desventaja muy importante para colocar nuestros productos. Claro esta avenida va en los dos sentidos, también Uruguay debería permitir el ingreso de productos de los países firmantes sin esas trabas. (No es que entre y salga de todo, en los documentos se detallan las condiciones y los artículos que integran el acuerdo). Acá está el principal argumento en contra de los restantes socios del Mercosur y de algunos referentes nacionales. Se dice que con esas liberalidades, la competencia que deberán enfrentar los industriales sería imposible de enfrentar y en consecuencia se producirían cierres de empresas con su inmediata consecuencia que es la pérdida de fuentes de trabajo.
Ahora bien, en países grandes, al caso Argentina y Brasil, poner trabas al libre comercio internacional, si bien a la larga – y no tan a la larga – termina ocasionando perjuicios, que luego enumeraremos, es menos grave que para los pequeños, como Uruguay.
Pongamos por ejemplo una fábrica de vasos. En nuestro país con la producción de pocos meses, el mercado queda saturado. Y así no es posible mantenerse. Una política proteccionista es defendible en la teoría, pero cae en la práctica. Es difícil producir exclusivamente para el mercado interno en nuestro país. En cambio Argentina y Brasil con sus muchos millones de consumidores, la empresa siempre tendrá clientes. Entonces, para ellos, además de abaratar costos por la producción en gran escala – cosa imposible en Uruguay – no les resulta tan importante que no se necesite importar vasos, por ejemplo.
Líneas arriba expresé que ello también les termina ocasionando perjuicios. En efecto, al carecer de la competencia de los artículos importados, pierden interés en la innovación, ya que tienen un público cautivo, y por otra parte tienen más libertad que establecer los precios de venta. Bienes más caros y menos actualizados. Es decir por último el que termina pagando los platos rotos es el consumidor.
Es verdad que esto debe relativizarse, porque habrá competencia interna, pero también sabemos que son posibles los acuerdos empresariales para impedir la caída de los precios.
En conclusión, tenemos necesidades diferentes a los dos socios mayores. Como es tradicional, terminan haciendo lo que les conviene sin importarle mínimamente la suerte de los menores ni es respeto que merecen.