marzo 20, 2025

La más absoluta vergüenza

Master Escribe Cardozo

El mundo entero acaba de ser testigo del fraude electoral más oprobioso de todos los tiempos. Ocurrió el pasado domingo en la hermana República de Venezuela. Inconcebible por el lado que se le mire, aunque ciertamente esperado ya que no es la primera vez que se procede de esa manera por parte del régimen. Estamos frente a un delincuente electoral; a no olvidarse de eso. Un dictadorcillo siniestro, absolutamente incapaz de gobernar un país, tomó del pelo a todo su pueblo y fraguó una elección que tuvo un claro ganador en su adversario. De acuerdo a lo que estamos viendo, es muy poco lo que se puede esperar de los organismos internacionales que parecen una sociedad de espectadores inertes; complacientes consuetudinarios que no hacen otra cosa que repetir al unísono que no les es posible hacer nada. ¡Ni siquiera son capaces de solicitar transparencia en un proceso electoral, sabiendo que millones de votos han ido a parar a la basura! En la época de la dictadura cívico militar que se desarrolló en este país, muchos compatriotas encontraron refugio en Venezuela; rehicieron sus vidas allí, echaron raíces y fueron parte de esa sociedad. Hoy día, Uruguay recibe a miles de venezolanos que llegan a estas tierras en pos de trabajo y libertad. Sin embargo, unos cuantos de los que allí se refugiaron, ahora en libertad, se vuelven obsecuentes del tirano. Es otra dictadura, cruel y siniestra, pero… es de izquierda. ¿Qué clase de mentalidad es esa? ¿Qué es lo que se esconde detrás de ese apoyo a este sujeto? Parece que otra actitud los haría acreedores de represalias o, de pronto, que algunos velos fueran descorridos permitiendo ver negociados que deben quedar en las sombras. Edmundo González Urrutia es el Presidente de Venezuela. Es el ciudadano a quien la gente eligió para conducir el país y está claro que le robaron descaradamente la elección. La autoridad electoral de Venezuela está conformada por amanuenses del tirano que están dispuestos a hacer todo cuanto aquel les ordene y la orden fue dar vuelta la ecuación haciendo aparecer a aquél como ganador cuando estaba lejísimo de serlo. Cumplieron, por lo tanto, van a seguir allí y les van a continuar pagando. No demuestran querer otra cosa y no parecen comprometidos con nada que no sea su propio peculio. Los que profesan el republicanismo, haciéndolo su estilo de vida, hicieron oír sus voces de inmediato; la porquería les remueve las entrañas y señalan sin miedo alguno al dictador reiterándole que saben que es un hipócrita de baja catadura moral. Sangre inocente riega las calles de Caracas. No hay piedad para quienes cometen el pecado de defender sus derechos. Las voces disidentes son acalladas a punta de bayonetas. La tortura y la mordaza son utilizadas como sistema. La Comunidad Internacional no puede ni debe cesar en su clamor, sin importar cuáles sean las actitudes del dictador del Carible.  Parece que los comunistas de nuestro país se olvidaron de lo que es una represión. No sólo están defendiendo a un asesino sin escrúpulos sino que le profesan abiertamente su admiración por la política que aplica. Esa es la actitud de unos tantos fracasados de todas partes del mundo que lo felicitan, haciéndole ver que todo estuvo bien y que no tiene que tomar en cuenta el grito desesperado de su propio pueblo. Los demócratas tenemos la obligación de no callarnos. Si lo hacemos el fulano puede creer que le tenemos miedo y está claro que no es así. El pueblo venezolano ya no le teme y lo enfrenta valientemente cara a cara. A nosotros no nos cabe una actitud diferente. Un genocida no puede salirse con la suya así como así. Una nación hermana nos necesita. Como decía aquella canción: «No puedo ver tanto desastre organizado, sin responder con voz ronca…mi bronca. La bronca de todos los libres de la tierra.ción, no se la atribuyan únicamente a la coyuntura política que vive el país. Si busca liderar, tendrá que someterse a cambios drásticos a todo nivel. Convengamos que el principismo del que todos los partidos alguna vez hicieron gala ha perdido consistencia. La gente que camina por el shopping, la barra que agita las banderas en la cancha y los que recorren las góndolas de cualquier supermercado, entre otros tantos, no están para disquisiciones doctrinarias porque no les interesan. No se mira a los más preparados sino a los realmente audaces y éstos son los que saben leer correctamente cada momento político. Ojeda leyó que el Partido Colorado, en muchos aspectos, se había anquilosado. Que los principales dirigentes no tenían demasiado predicamento en la sociedad. Que él era, de pronto, el que mejor daba una imagen visual atractiva. Que con poco les ganaba a sus contendores. Con eso y unas cuantas arengas «de peso», la mesa estaba lista. Y lo está.  Pero los platos siguen vacíos.