abril 28, 2025
Master Escribe Cardozo

Demasiados mensajes sin sentido en donde lo importante es hacerse ver, sin asumir la carga de profundizar casi ningún concepto. Demasiado atacar al otro o a los otros por lo que hacen, por lo que hicieron, por lo que dicen y por lo que dijeron. Demasiada estupidez de corte mediático en la superficie, lo que significa que no se está llegando al fondo de los temas. Algunos agradecen profundamente que sea así ya que no tienen casi qué decir. Alguna vez mencioné en esta columna una expresión que caracterizó a otros hombres en otros tiempos; me refiero al «hondo discurrir». Los jóvenes que hoy se adentran en el terreno de la política, deberían manejarla, pero no se lo presentan. Hondo discurrir significa meterse hasta el tuétano, en cada tema defendiendo principios con argumentos valederos y buscando las más hondas razones de cada cosa. Soy de estos tiempos, que golpean duro e interpelan más duro aún; por cierto, no me quedé en el pasado, aunque la evolución, tal como está planteada, se encuentra en tela de juicio. Como todos los uruguayos aprecio día a día la desidia de una clase política reducida a encuestas y estadísticas y profundamente compenetrada con los números y no con los ideales. Son muy pocos los que tienen claro adónde van y por qué. Las luces multicolores se van a apagar y el reggaeton va a dejar de sonar. y cuando eso pase hay que ver qué es lo que nos queda sobre la mesa. Al no haber líderes reales, o sea verdaderos y con esto me refiero a aquellos que iluminan con sus palabras, las encuestas pasan a ser las figuras centrales y no hay uno solo que no esté pendiente de ellas. Son los juglares de buenas y malas nuevas y, si vamos al caso, al menos en estos momentos, no nos están aclarando nada, ya que la información que brindan es despareja y sesgada. El punto que más preocupa es que la gente dejó de leer los programas de gobierno, que muchas veces se configuran porque «algo hay que decir», aunque se sepa que no se pueden llevar a la práctica. Los candidatos, que de por sí son proclives a gastar aunque en estos tiempos han tenido que aprender a ahorrar, deberían pensar un poco mejor antes de encargar en las imprentas esos libritos de hojas satinadas con fotos evidentemente trucadas que cuestan mucho y si lo lee un diez por ciento de quienes los votan es demasiado. Ellos saben que la gente no les presta demasiada atención, lo cual les permite hacer giros de lenguaje para encaminarla hacia donde no resulte molesta. Hoy día, como pocas veces, hay cientos de miles de ciudadanos que no saben para dónde agarrar. Algunos pertenecieron a las conformaciones partidarias conocidas y hoy se hallan fuera del sistema. Se aburrieron; se hartaron y nada de lo que pasa los motiva a volver. Otros prefirieron no participar y tomar las decisiones en casa, donde pueden dialogar mejor con su conciencia a la que siempre consideran el mejor interlocutor. Por ahí éstos entendieron que los políticos, en su mayoría, son personas que se meten en esta actividad para sacar alguna clase de ventaja y entienden que si unos pueden sacar ventaja, bien estaría que todos pudieran. Ven a la política como algo necesario porque, de alguna manera, hay que administrar el Estado en el que vive la gente, pero se han dado cuenta de que esta actividad se presta para cuestiones que nada tienen que ver con sus fines. Por lo general les dicen que no a los actos y a la militancia ya que consideran que son prácticamente pérdidas de tiempo y nada se consigue estando allí. Son muchos, están en todas partes y en elecciones como las de estos años, en las que se gana por escasos márgenes, se multiplican. Son personas esencialmente como uno, que sabe lo que en verdad significa votar, así como sabe cuánto se logra con el voto. Crece el mar de gente que no sabe lo que va a hacer porque está observando y pensando. Nada está definido. Ni el sistema ni los integrantes del mismo los convencen. Sienten que deben tomar una determinación pero no tienen en claro los cómos y los porqués. Estos, son los que deciden, aunque muchas veces no saben que están decidiendo porque en ellos no hay espíritu de cuerpo ni de partido y no se les puede hablar de banderas o de apellidos rimbombantes. No les interesa; votan por lo que sienten que es lo mejor para el país y la mayoría de las veces lo hacen con un criterio que muchos militantes de toda la vida no poseen. En definitiva son los que mandan y ellos «a capella», van a decidir cuál es el mejor camino para el Uruguay. Los respeto.