INTELIGENCIA ARTIFICIAL
Ya tenemos encima y podría decirse que estamos siendo absorbidos por la Inteligencia Artificial; si bien por estas tierras los avances de la ciencia suelen llegar un poco más tarde, esta vez no va a demorar tanto. Es increíble que el hombre de las cavernas haya llegado hasta esto, ¡Bendita evolución! Tendremos que saber de qué manera la vamos a aplicar y en cuáles cosas, ya que estamos hablando del mascarón de proa de la investigación científica de nuestros días. Que nadie crea que estamos en cero; ya tenemos unas cuantas cosas realizada por A. I. y desde hace ya buen tiempo. Hay puertas que captan nuestra presencia y se abren solas. Arranquemos por lo primordial y eso sería definir qué es la Inteligencia Artificial. No muchos manejan este concepto o, por lo menos, no del todo bien. Se trata de un sistema por el que los ordenadores, o sea las computadoras, realizan tareas que, hasta ahora, habían estado reservadas a la inteligencia humana. Y tengamos en cuenta que fue precisamente la inteligencia humana la que creó la inteligencia artificial. Cualquier persona se podría preguntar qué fue lo que el ser humano quiso hacer cuando inventó esto y todas las respuestas pueden ser válidas. En ese esquema podemos encontrar desde la necesidad de seguir facilitándose la vida, hasta ganar más tiempo y espacio para todo cuanto se hace El ser humano ha construido un cerebro en base al suyo propio para ponerlo al servicio de sí mismo. Respondiendo a la pregunta básica sobre cuál es en realidad la utilidad de la I. A., el Dr. Ismael Espinosa, integrante del Centro de Investigación Científica y Enseñanza Superior de Ensenada, Baja California, nos dice que «el hombre necesita un amigo para que lo acompañe en su viaje por el Cosmos». Aquí es donde el hombre común y corriente pregunta con sagacidad: ¿quiere en realidad el hombre, el ser humano en general, tener de compañía a una máquina? De pronto sí porque la programaría a su forma. Le inculca temas de conversación, la dispone para ayudarlo en lo que sea y empieza a tener con ella un trato parecido al que tendría con cualquier ser humano. No discutirá con ella, no rivalizará ni tendría problemas de entendimiento. Suena aburrido, pero en algún momento habrá de darse de esa manera. Lo que más preocupa hoy por hoy, es lo que puede llegar a pasar con el trabajo. Si los algoritmos pueden hacer todo lo que hace el ser humano, y aún mejor, no se sabe qué llegaría a pasar con varios de nuestros congéneres quienes dejarían de tener cabida en nuestras vidas, pero convengamos en que ese es un problema de orden cuasi sentimental. De la misma forma que surgirían las cuestiones relacionadas con el empleo, en qué se trabaja, dónde y cómo, surgen también las que tienen que ver con el aprovechamiento del tiempo libre. El gran tema de la I. A., son los datos, o sea todas las informaciones que se le suministran a los algoritmos para que identifique patrones y resuelva situaciones en décimas de segundo. Los patrones educativos cambiarían en forma radical, ya que la figura del profesor se tornaría más laxa y, de pronto, menos necesaria. Se puede pensar que, si los dejamos, serían grandes facilitadores de nuestras vidas, siempre que no nos quiten la esencia de la misma. Resulta evidente que, si somos capaces de utilizarla en debida forma, aunque éste sea un concepto a definir, nos da seguridades tales como la automatización del trabajo, la casi completa erradicación de errores y la eliminación total de las tareas repetitivas. Habrá ahí una gran tarea a emprender por los gobernantes quienes deberán explicar las ventajas, tanto en lo individual como en lo colectivo, de un cambio de ese tipo. Cuesta creerlo porque nos parece que algo así puede demorar mucho en llegar a este país. Sin embargo ya está entre nosotros y lo que ahora vemos con temor, en un tiempo puede ser una meta a la que queramos llegar.
