abril 21, 2025
Master Escribe Fuentes

Ciertamente es una de las palabras que más se ha repetido en estos días tanto en ámbitos políticos, como periodísticos y sindicales.
Aunque todos sabemos en qué consiste, no está de más precisar el concepto. Por inflación se entiende toda suba generalizada y persistente de precios. He aquí dos elementos que deben cumplirse simultáneamente para que se configure una inflación: debe ser una suba generalizada y persistente. Es decir, no es suficiente que un artículo o un grupo de artículos suban de precio. Es común que haya productos que tengan alteraciones significativas de precios, y sin embargo no estemos ante un proceso inflacionario. Es típico el ejemplo de las frutas y verduras, que sufren variaciones en virtud de lo buena o mala que sea la cosecha o que estemos o no en temporada de su cosecha. Esto, por más que pueda afectar nuestros bolsillos, no es inflación, siempre que el resto de los precios se mantenga con cierta estabilidad. Para que exista inflación, el incremento debe ser generalizado, esto es, alcanzar a un número importante bienes. Por supuesto, no es necesario que el 100% de los precios sufran alteraciones al alza, pero sí un número lo suficientemente importante como alterar significativamente la relación anterior.
El otro componente es la persistencia, es decir debe haber continuidad en el tiempo. Si hay una suba, pero ese empuje se detiene, es claro que habrá otro nivel de precios, pero no una inflación. Se produce un incremento, pero no se genera un proceso. Por algo la medición se hace en términos anuales, no día a día.
Prácticamente todos los países tienen inflación, lo que ocurre es que una cosa es cuando se sale de cauce, caso extremo, una hiperinflación, y otra cuando se produce dentro de márgenes manejables. Si se habla de un 3% anual, por citar una cifra concreta, la economía de esa nación, no se ve alterada, pero si trepa a guarismos de dos cifras, ya es motivo de preocupación. No es necesario señalar la alarma si se acerca o supera las tres cifras. Hay un país latinoamericano que sobrepasó largamente el 1000%, lo que implica una distorsión absoluta de la economía, y es síntoma de muy graves desequilibrios macroeconómicos, al tiempo que implica un gravísimo perjuicio a la economía de los hogares.
Aunque hoy pueda resultar difícil de imaginar, los más veteranos hemos vivido en nuestro país tiempos de inflaciones anuales que superaban el 100%. Actualmente estamos por debajo de 10% y a muchos les parece fuera de control. No es que sea poca cosa, pero tampoco está a nivel crítico. Ante esta realidad el gobierno ha resuelto otorgar aumentos, de sueldos a los funcionarios públicos y de pasividades antes del tiempo en debían producirse. Por otra parte desde el frente unido constituido por la oposición política y la dirigencia sindical, se reclama por mayores incrementos. No puede desconocerse que la inflación ha aumentado y que los asalariados y los pasivos
sufrieron deterioro en su poder adquisitivo. Los aumentos dispuestos por el gobierno constituyen un alivio, y si bien, por un lado algunos los califican de insuficientes y por otro los paladares negros de la más rancia economía ultra liberal los tildan de inconvenientes, creo que eran necesarios y oportunos.
Todas las medidas tienen efectos y tienen consecuencias. Los equilibrios fiscales no son un fin en sí mismos. No se trata que el Estado recaude más de lo que necesita para cumplir con su presupuesto, porque en ese caso extrae de la sociedad más de lo que le brinda y eso es precisamente lo opuesto a lo que debe hacer. Sí, en cambio, se trata de manejarse con extrema prudencia, porque los déficits, siempre, pero sobre todo cuando son de volumen y endémicos, caen inexorablemente a la corta o a la la rga, sobre los hombros de la población.

Habría más aplausos si los aumentos fueran mayores y con mayor anticipación, pero no olvidemos que desde su inicio esta administración está remando contra la corriente, y que ésta es una inflación importada, invasión rusa mediante. Casi ninguna nación, desarrollada o no, ha podido evitarla. No es razonable exigir a un pequeño país, que sea la excepción.