UNA CONEXIÓN DESASTROSA

Aunque no se haya puesto un solo peso, ni se tenga la más mínima relación con el agro, el tema de Conexión Ganadera, pegó duro en la sociedad uruguaya. Pegó duro porque lo ocurrido es un golpe directo a la confianza que la gente le puede tener a sus semejantes en cualquier orden. Es por ahí que debe empezar el análisis de la cuestión. Lo que pasó va mucho más lejos de lo que pudieran haber hecho, o no hecho, el difunto Gustavo Basso y Pablo Carrasco. El punto es que se trataba de un asunto que tenía como mascarón de proa la multiplicación casi mágica de la plata pero, cuando hubo que responder, los pesos no estaban y empezó a doler el órgano más sensible del ser humano: el bolsillo. Por ahí hay unos cuantos negocios más o menos parecidos a lo que era Conexión Ganadera. Detalle más, detalle menos, todos ellos tienen funcionamientos similares y sus «cabezas» tienen las mismas estructuras de pensamiento, así como el mismo catálogo de intenciones. Pese a que somos un pueblo desconfiado, no faltaron quienes se dispusieron a derribar todas las barreras mentales y sociales para lanzarse a la aventura. Pero son muy pocos, por cierto en comparación con el país de la desconfianza. El uruguayo no es de tirar la plata a la marchanta. Un Cinco de Oro, alguna que otra quiniela o algún «burro», siempre que haya buenos datos y paremos de contar. Los tipos estaban haciendo un negocio para gente con un poder adquisitivo considerable; no cualquiera abre una billetera y refila miles de verdes como si fuesen ticholos. De esa manera, con el cuento de la rentabilidad y de las ganancias, conseguían que varios se prendieran; algunos por genuina necesidad y otros por si acaso. Todo marchaba bárbaro hasta que quienes se vieron, necesitados de su plata, fueron hablar con los tipos que les habían ambientado la entrada en ese negocio. Entonces empezaron las dilaciones, la falta de respuesta a llamadas y mensajes, los «vení la semana que viene que fulano no está» y todo eso, hasta que algunos se cansaron de ver máscaras y decidieron acudir a la Justicia. Parafraseando a Javier Milei en tiempo pasado, se podría decir: «No había plata» y, en algunos casos, ni siquiera había vacas. Así fue que todo salió a la luz y ahora están hablando de palos verdes como quien habla de granos de arroz. Se dijo también que todo este tema tiene como marco el «esquema Ponzi», así llamado en honor a su inventor, y que su único cometido no es otro que estafar a quienes se meten en él. Hasta ahora todo da a entender que lo que siempre se buscó por parte de los que crearon este asunto es quedarse con la plata de los incautos que pensaban invertir en vacas y tierras. Arrancaron la farsa en el año 1999 y, pese a que varias veces fueron indagados por la Justicia, lograron sobrevivir un cuarto de siglo, manejando con cuidado las pérdidas y sin despeinarse mucho. Finalmente estalló y todo recién está comenzando. A la mayoría de la gente le surge preguntar cómo todo esto estuvo tapado durante tanto tiempo y cómo puede ser que los distintos gobiernos que hubo en el país no vieran lo que estaba pasando. Con el revuelo que se armó, muchos recién se están enterando que existía una empresa llamada «Conexión Ganadera», que impulsaba esa clase de negocios y le agradecen a la vida no haberse enterado y menos aún haberse metido. Volviendo a lo del principio: el balazo se lo pegaron a la confianza de la gente la cual, por cierto, en este país es escasa ya que a la mayoría de los uruguayos, por su idiosincrasia, le cuesta creer que la plata pueda aparecer tan fácilmente. Ahora son menos los que creen y hacemos votos para que todos aquellos que se vieron despojados de su dinero, puedan recuperarlo. Sería deseable que quienes van a asumir el mando dentro de pocos días tengan el ojo largo para detectar jugadas como la mencionada.