EL OPIO DE LOS BLANCOS

Se acercaba la medianoche. Las parcialidades de los ganadores batían parches y entonaban estribillos de victoria, aunque las calles estaban casi desiertas y se podía circular por cualquier parte sin inconveniente alguno. La mayoría de la gente estaba frente al televisor porque, aunque fue la Elección Interna con más baja participación de la historia, todos queríamos saber los resultados. No hubo nada nuevo bajo el Sol que se había hecho presente en las horas de la tarde para darle lugar, luego de las cinco, a un frío gélido. El tema ya no eran los que salieron primero, que en todos los casos se sabían desde el vamos, sino la conformación de las fórmulas que competirían de aquí a octubre. La de los Intendentes de Montevideo y Canelones se daba por estructurada desde los primeros momentos. La del Partido Colorado se preveía que iba a ser con Ojeda y el que saliera segundo y así fue. Sobrevoló la posibilidad de que fuera Pedro Bordaberry pero éste es demasiado inteligente como para aceptar. La expectativa se centraba en el Partido Nacional; ¿qué iba a hacer Delgado? Raffo jugaba a ganador, sin embargo la diferencia de votos con el que salió primero fue tremenda. De todas formas, cabía pensar que fuera ella. Había otras y otros pero todos apostaban a Raffo. Empezó el discurso de Delgado. No mostraba un rostro alegre; no parecía haber recibido el casi ochenta por ciento de los votos de uno de los partidos fundacionales del Uruguay. Demoraba mucho en decir algo concreto y esa demora comenzaba a cortar el aliento de algunos hasta que mencionó la frase que incendió la pradera. Había elegido a alguien «que está en el partido desde hace poco tiempo». Fue decir eso y al país entero le quedó claro por dónde iban las cosas. Con voz más baja de la que venía hablando y expresando el nombre con aceleración de la voz, como si quisiera ocultar lo que iba a decir y sin mirar a los ojos a nadie, dijo: Valeria Ripoll. Comunista de origen, ex presidenta del gremio de Adeom, crítica acérrima de blancos y colorados durante décadas, contraria a la Ley de Urgente Consideración, que es la hoja de ruta del gobierno de la Coalición Republicana, con menos de un año en el Partido Nacional fue la elegida y dijo a voz en cuello: «soy blanca». ¡Si habremos roto almanaques para que llegara el tiempo en que los blancos, de fuerte raigambre católica, armaran su binomio con una persona que, al menos durante años, consideró que la religión era el opio de los pueblos, que la economía se debe colectivizar y que la lucha de clases es una constante de la historia! Vayamos despacio. Muchos blancos se quedaron con la sangre en el ojo y no era para menos. Raffo, si bien estaba «cantada», no era la única mujer para armar una fórmula. Había una cantidad de nacionalistas con sobrados méritos y se entiende la indignación. Entonces, ¿qué quiso hacer Delgado? Para algunos todo fue armado en la Torre Ejecutiva. El Presidente de la República podría haber manejado la idea de que dos períodos seguidos de gobierno desgastan a cualquier partido, mucho más hoy día en que el voto de la gente es tan volátil, y eso podría afectar sus aspiraciones de volver en 2030. Otros, en cambio, piensan que la fórmula se armó fuera de fronteras para hacer perder a la Coalición ya que con los candidatos de la izquierda es más fácil establecer algunas agendas. No adhiero a ninguna de ellas pero tampoco las desecho. Horas después del alboroto inicial comenzaron a aparecer las explicaciones formales y en una de ellas se sostuvo que eligiendo a la ya «ex» comunista conseguía centrar la atención en su partido. Por otra parte se aseguraba a una vice combativa y dominadora de los medios de comunicación, así como también a una mujer que conoce muy bien el mundillo municipal y las estructuras de la izquierda. Tiene sentido. Son los tiempos que corren; es otra cultura cívica la que predomina, si es que existe alguna, y estas generaciones están apostando a otra cosa. Es poca la confianza que los uruguayos depositan en la política. Si a Delgado le sale bien esta jugada, se habrá coronado como un estratega brillante. Si por cualquier causa no obtiene el resultado que espera le van a llover las críticas. Y empezó a lloviznar.