El tiempo no para

Vaya desde ya nuestro saludo al Presidente electo y a todos los integrantes de su fuerza política, así como también el deseo de que las cosas le salgan bien. De otra manera no puedo empezar a escribir estas líneas, ya que soy demócrata, republicano y humanista. El pueblo, como corresponde, colocó a todos en su sitio con un dictamen que no conoció de fisuras. Grande fue el esfuerzo de Álvaro Delgado, pero no consiguió equiparar su figura a la de Lacalle Pou. Nunca hemos estado en el bando de los que insultan y descreen de la ciudadanía cuando pierden una elección. Como digo esto, expreso, al propio tiempo, que no creo que del lado de los perdedores, o de muchos de ellos para no encasillarlos a todos, vaya a haber un examen de conciencia, acto de contricción, mea culpa, reflexión o como se le quiera llamar. No han procedido de esa forma en otras oportunidades y nada nos dice que ahora vaya a ser distinto. Las explicaciones del resultado pueden ser varias; correrían ríos de tinta si las tuviésemos que enumerar. Ya lo hemos dicho desde esta columna que lo que se perdió por parte de los partidos fundacionales o, mejor dicho, de los que integran la Coalición Republicana, no han sido «elecciones», sino «batallas culturales». A los uruguayos les está costando demasiado creer en ellos y en lo que postulan. Éstos triunfos, de la izquierda, logrados con años de permeabilidad ideológica en todos los ambientes, llevan a que la gente crea que unos son buenos y otros son malos. Los episodios de corrupción que se constataron en este gobierno, no han sido mayores que los ocurridos anteriormente pero, de todas maneras, son apreciados como si fueran de mayor dimensión. Ya pasó. A otra cosa. La primera cuestión a plantear es qué tipo de izquierda habrá de gobernarnos. Al escuchar a Orsi, nos parece un individuo moderado, pero la conformación del Parlamento nos advierte sobre un gran radicalismo. Tampoco podemos ignorar la influencia del Pit, que está ahí listo para ejercer su clásica presión sin tregua. Orsi es uno de los suyos y le van a pautar la agenda, lo que permitirá ver si el Presidente tiene verdadera vocación de estadista. El Ministerio de Economía va a estar en manos de Gabriel Oddone, que proviene de la escuela de Danilo Astori lo que permite presagiar un manejo mesurado de las finanzas públicas y un equilibrio en cuanto a las variables de la macroeconomía. Ahora bien. No se necesita haber cursado postgrados en el extranjero para entender el mensaje de la gente, que quedó bien claro en las Elecciones Generales. Esto va mucho más allá de la clara victoria de Orsi. No creemos que este país vaya a ser objeto de grandes cambios en ninguna de sus áreas con ningún gobernante. Debería considerarse que economía y seguridad, están al tope de la tabla de las preocupaciones y en ambas hubo avances de importancia en el período que está concluyendo. Si en la Cámara de Senadores el Frente le gana solo por uno a la Coalición Republicana y si en Diputados no hay mayorías de especie alguna, la gente no está pidiendo precisamente enfrentamientos, sino diálogo, acuerdos por los grandes temas y, muy especialmente, responsabilidad. ¿Hallará todo eso?